Concordia inauguró su aeropuerto: el festejo que esconde un despojo histórico

En medio de discursos oficiales cargados de optimismo, este 15 de septiembre se habilitó formalmente el aeropuerto de cabotaje “Comodoro J. J. Pierrestegui”. La prensa oficial, los funcionarios municipales y provinciales, y el flamante Ente de Desarrollo Aerocomercial celebraron el acontecimiento como si se tratara de un triunfo histórico para la región. Sin embargo, se oculta una verdad incómoda: Concordia y toda la región de Salto Grande fueron privadas de una oportunidad estratégica que pudo haber cambiado su destino productivo.

Desde Análisis Litoral lo advertimos en reiteradas oportunidades desde 2019: lo que se inauguró es apenas una fracción de lo que estaba proyectado. El sueño de un aeropuerto internacional de cargas, con capacidad para despachar producción hacia mercados de Uruguay, el sur de Brasil y más allá, quedó sepultado por la desidia política y la impericia de quienes gobernaron.

Lo que pudo ser y no fue

En 2018, con financiamiento del BID por 50 millones de dólares, se aprobó un proyecto que preveía no solo la remodelación de la terminal sino también la infraestructura mínima indispensable —apenas 600 metros adicionales de pista y galpones para depósitos— para habilitar la operación de cargas internacionales. Una obra de bajo costo adicional en relación al crédito recibido, pero de alto impacto para productores, exportadores y empresarios de toda la región.

El entonces intendente Enrique Cresto no se puso al frente de aquel reclamo, ya que tendría que haber señalado públicamente que no se cumplía con lo estipulado en el proyecto original. Sin embargo, todo se diluyó en la inercia política y administrativa. El exgobernador Gustavo Bordet, quien avaló ese retroceso histórico, hoy debería dar explicaciones: ¿por qué se resignó un futuro de exportación, inversión y empleo para toda la región, conformándose con un aeropuerto limitado al cabotaje?

¿Qué es lo que se festeja ?

Hoy las autoridades actuales —encabezadas por el intendente Francisco Azcué— festejan la inauguración como un “antes y un después” para la conectividad y el desarrollo regional. Hablan de turismo, empleo y competitividad, pero omiten deliberadamente el punto central: el aeropuerto no es lo que pudo y debió ser.

Se presenta como un legado de gestión, cuando en realidad es un símbolo de lo perdido. La región de Salto Grande no tendrá un polo logístico de exportación, sino un aeropuerto que operará solo vuelos de aviación civil, sanitaria, militar y de emergencia, con limitaciones para grandes volúmenes comerciales.

El costo de la desidia

La decisión política de rebajar las expectativas dejó a productores citrícolas, forestales, agroindustriales y a todo el entramado exportador de Entre Ríos sin la infraestructura clave que hubiera reducido costos logísticos y abierto nuevos mercados. Mientras tanto, la región sigue atrapada en un esquema de dependencia de puertos y aeropuertos distantes, perdiendo competitividad frente a otras provincias y países vecinos.

El despojo histórico no se mide en metros de pista ni en galpones, sino en empleos, inversiones y oportunidades que jamás llegarán. Y la responsabilidad tiene nombres y apellidos: Bordet, Cresto y una clase política que prefirió el recorte y la foto fácil antes que pensar en grande.

Un futuro hipotecado

La narrativa oficial insiste en que “Concordia se conecta con nuevas oportunidades”. Pero la realidad es que esas oportunidades quedaron amputadas en el camino. Se eligió el conformismo y el corto plazo por sobre la visión estratégica.

El desafío para la sociedad civil, los empresarios y los productores será no olvidar este antecedente. Porque cada vez que se festeja un logro a medias, se consolida la cultura del “menos es más” en una provincia que ya ha pagado demasiado caro la falta de audacia de sus dirigentes.

Lo que se inauguró no es el aeropuerto que la región necesitaba, sino el aeropuerto que la política permitió. Y ese contraste duele.

AM para https://www.analisislitoral.com.ar/