¿Por qué la izquierda rechaza hablar de la batalla cultural en un momento en que, tanto en América como en Occidente, soplan aires de libertad? Tal vez porque ese debate desnuda contradicciones. Como bien dice la frase popular: “cacarean por izquierda y cobran por derecha”. Y en Argentina sabemos de qué se trata: lo vimos en primera fila durante las últimas dos décadas con el “relato kirchnerista”, que hizo un uso y abuso sistemático de los más débiles.
El kirchnerismo se presentó como la gran épica de los humildes, pero terminó siendo una de las experiencias más corruptas de la historia democrática reciente. El contraste entre el discurso de redistribución y los bolsos de José López repletos de dólares en un convento; entre la “lucha por los derechos” y la cartelización de la obra pública; entre el “modelo nacional y popular” y los patrimonios multiplicados de funcionarios, quedó grabado en la memoria colectiva.
Lo mismo ocurre a nivel regional. El chavismo, que se proclamó heredero de Bolívar y abanderado de la justicia social, devino en un régimen autoritario y represivo. Hoy Nicolás Maduro enfrenta una posible destitución mientras Venezuela sigue siendo uno de los países con mayor éxodo migratorio del mundo, superando los 8 millones de desplazados según cifras de ACNUR. Es el final de otro relato que, en nombre de la igualdad, produjo pobreza estructural, persecución política y corrupción generalizada.
La pregunta de fondo es si esta incoherencia nace de la falta de educación, de la carencia de principios morales o simplemente de la conveniencia oportunista. Porque mientras se “cacarea” un discurso de izquierda —con épica, consignas y banderas populares—, los beneficios concretos terminan en las cuentas y bolsillos de quienes prometían combatir los privilegios.
La incógnita es ahora generacional: ¿podrá esta camada de jóvenes que abraza la batalla cultural sostenerla en el tiempo? Su entusiasmo es genuino y responde a una reacción contra décadas de hipocresía política. Sin embargo, todo cambio cultural requiere profundidad, educación cívica y una base sólida de valores. La libertad no se defiende solo con consignas: necesita argumentos, coherencia y prácticas que estén a la altura de la promesa.
Porque si algo nos enseñó la historia reciente es que ningún relato resiste demasiado cuando se construye sobre la contradicción entre lo que se dice y lo que se hace.
PorAM para https://www.analisislitoral.com.ar/
No es izquierda o derecha: es relato o verdad
- La batalla cultural se refiere a la disputa por las ideas, los valores y los símbolos que moldean a una sociedad. No se trata solo de economía o de política partidaria, sino de quién logra instalar un sentido común, un modo de ver el mundo: desde la educación y los medios de comunicación hasta el lenguaje, la historia y las tradiciones.
- En América Latina, la izquierda supo dar esa batalla durante décadas: impuso el “relato” del Estado presente, la justicia social y la defensa de los débiles, aunque muchas veces sus gobiernos terminaron siendo ejemplos de corrupción y autoritarismo. Argentina con el kirchnerismo y Venezuela con el chavismo muestran cómo ese discurso logró hegemonía cultural, pero no coherencia en la práctica.
- Hoy, con el auge de nuevas corrientes liberales y libertarias, la batalla cultural reaparece en el centro de la escena. El desafío es si esta generación de jóvenes que la impulsa podrá sostenerla en el tiempo, no solo con consignas, sino con educación, principios y hechos que respalden el discurso de libertad y respeto a la república.
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