La sesión del Concejo Deliberante de Concordia del jueves 18 de septiembre volvió a convertirse en un escenario de viejas mañas políticas: gritos, desvíos de foco y un fervor casi religioso para defender cajas que nadie quiere auditar. La chispa la encendió la concejal de La Libertad Avanza, Yaiza Pessolani, al reiterar un dato incómodo: los rectores de universidades nacionales cobran entre 10 y 18 millones de pesos mensuales.
No era un invento suyo, sino una cifra mencionada públicamente por el subsecretario de Políticas Universitarias de la Nación, Alejandro Álvarez, y que hasta el propio ministro de Economía, Luis Caputo, en su momento leyó de forma torpe, desatando un entredicho nacional con las autoridades de la UBA.
Como en los viejos tiempos del kirchnerismo, cuando la orden era “matar al mensajero”, lo de menos fue la cifra y lo importante, atacar al que se animó a mencionarla. Así, la edil justicialista Claudia Villalba salió al cruce mostrando el recibo de un profesor de la UBA de $461.000, como si eso alcanzara para tapar los millones de los rectores. Un recurso tan absurdo que recuerda aquellas conferencias de los años K donde se mostraban estadísticas de “crecimiento chino” mientras la inflación real devoraba salarios.

Fue la concejal Villalba quien, en un gesto de total desconocimiento, lanzó la frase: “Caputo no sabe leer los números”. Paradójicamente, el actual ministro de Economía tuvo una extensa trayectoria en el mundo financiero: fue Jefe de Trading para América Latina en JP Morgan entre 1994 y 1998, ocupó el mismo puesto para Europa del Este y América Latina en Deutsche Bank entre 1998 y 2003, y entre 2003 y 2008 presidió la sucursal argentina de Deutsche Bank. Resulta llamativo que alguien con semejante currículum sea acusado de no saber leer cifras básicas; la polémica, más bien, desnuda la improvisación y el relato que algunos sectores utilizan para defender privilegios.

El papelón fue mayor cuando se sumó Silvina Ovelar, concejal del PRO y docente, que en lugar de diferenciarse se alineó con el PJ. Con tono solemne pidió a Dios que “ojalá los docentes cobren 18 millones”. Ironía barata que sirvió para la tribuna, pero no para contestar lo esencial: ¿cuánto cobran realmente los rectores? Silencio. Ninguna mostró un recibo rectoral que desmienta los montos de 8 a 18 millones.
Pessolani no se movió un centímetro:
“No se está discutiendo el sueldo del docente, sino de las autoridades que manejan las cajas universitarias y que no quieren rendir cuentas”.
El trasfondo es más grande: mientras el gobierno nacional aumentó un 375% el presupuesto universitario desde diciembre, se hizo cargo de los salarios docentes atrasados y vetó una ley que pretendía sumar $800.000 millones sin financiamiento ni auditorías, los rectores siguen manejando sus feudos con la discrecionalidad de siempre. Una postal demasiado conocida para quienes recuerdan la década de relato K: millones en caja, poca rendición y estadísticas educativas que muestran un derrumbe histórico.
Porque ese es el verdadero contraste: menos del 15% de los estudiantes secundarios alcanza un nivel satisfactorio en Matemática, y menos de la mitad de los alumnos de primaria comprende lo que lee. Pero eso no genera la misma pasión en los concejales que defender a los “señores de los millones”.
En síntesis, la polémica dejó claro algo: en Concordia —y en el país— todavía persiste el reflejo kirchnerista de correr el eje, victimizar a los poderosos y gritar “decadencia” mirando para afuera, cuando la decadencia hace rato está adentro, enquistada en un sistema universitario que, más que formar ciudadanos, parece haberse especializado en formar privilegios.
Nota de redacción: el presente artículo se realizó en base a gacetilla y material enviado a nuestra redacción en el día de la fecha.