
Economistas entran y salen de su domicilio como si fuera un ministerio paralelo, mientras la Justicia mira para otro lado
La escena vuelve a repetirse y ya resulta un síntoma más de una Argentina sin reflejos institucionales. Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta, doblemente condenada en causas de corrupción, con prisión domiciliaria y tobillera electrónica, continúa recibiendo dirigentes, operadores y equipos de “especialistas” como si su casa fuera una sede alterna del poder político. Y lo más grave: lo hace sin el menor pudor, desafiando abiertamente a una Justicia que cada vez parece más temerosa de hacer cumplir sus propias decisiones.
Ante este cuadro, cabe preguntarse:
¿En qué otro país del mundo un condenado por corrupción arma reuniones de Estado desde su domicilio?
¿Qué clase de señal institucional se envía cuando una dirigente con sentencia firme se comporta como si nada hubiera pasado?
¿Cómo puede la sociedad creer en la Justicia si la figura más polémica de la Argentina continúa operando políticamente sin límites aparentes?
El reciente encuentro con nueve economistas es apenas el último capítulo. Según relató Pablo Manzanelli —sociólogo e integrante del Centro CIFRA— la reunión “fue productiva” y estuvo centrada en un documento de 80 páginas destinado a delinear un programa económico “de fondo”. Es decir, exactamente lo que debería discutirse en un ministerio, no en la casa de una condenada por corrupción administrativa.
La paradoja argentina: la Justicia restringe visitas, ella amplía su actividad política
Mientras el Tribunal Oral Federal N.º 2, con el juez Jorge Gorini a cargo de la ejecución de la pena, decidió esta semana endurecer el régimen de visitas —limitado ahora a dos encuentros por semana y con un máximo de tres personas— Cristina Kirchner redobla su exposición.
Manzanelli, lejos de considerar apropiadas las restricciones que cualquier persona en prisión domiciliaria debe cumplir, denunció una supuesta “persecución judicial”. Lo curioso es que la única persecución visible es la que sufre la institucionalidad argentina, no Cristina.
La expresidenta mantiene un nivel de interlocución política que no tiene nada de informal: recibe documentos programáticos, arma “consensos”, coordina equipos técnicos y proyecta lineamientos económicos. Todo esto mientras debería estar cumpliendo una condena.
¿Qué otro preso del país tiene estas prerrogativas?
¿Cuántos argentinos con prisión domiciliaria pueden recibir comitivas políticas enteras, debatir sobre el FMI y coordinar espacios partidarios desde el living de su casa?
El contenido del documento: economía paralela, política paralela, institucionalidad paralela
Según Manzanelli, el texto presentado a Cristina aborda lo que considera los dos grandes problemas nacionales: la deuda y la economía bimonetaria. Nada nuevo. Lo llamativo es qué lugar ocupa Cristina —una condenada por corrupción— como receptora y articuladora de ese debate.
Se discutió la deuda heredada, la bimonetariedad y la posibilidad de un nuevo ciclo de endeudamiento, mencionando incluso la posición de bancos como JP Morgan. Se habló del FMI, del rol de Estados Unidos, del “salvataje político” de Trump y de la valorización financiera del gobierno de Mauricio Macri.
Es decir, un debate de altísimo contenido institucional, coordinado por una persona que, legalmente, debería tener actividades restringidas y control judicial estricto.
Mientras tanto, cualquier ciudadano con domiciliaria por mucho menos ve limitado hasta el ingreso de familiares. Pero Cristina no: Cristina sigue operando como si fuera la líder en funciones de un “gobierno en la sombra”.
El problema de fondo: una Justicia que no se anima a actuar
Hay algo más profundo que las visitas reguladas o el número de economistas que cruzan la puerta de San José 1111.
Lo que queda expuesto es la enorme incapacidad del Poder Judicial de hacer respetar sus propias sentencias.
La expresidenta condenada:
- Recibe equipos de trabajo.
- Ejerce conducción política.
- Marca agenda pública.
- Influye en decisiones de partidos.
- Instala discursos económicos.
- Y hasta define estrategias contra el gobierno nacional.
Todo esto desde la prisión domiciliaria.
¿Qué mensaje reciben los argentinos?
Que la Justicia sólo funciona para algunos. Que una condena firme no implica una verdadera restricción de poder. Que las reglas son distintas según el apellido.
Conclusión: no es una reunión, es la demostración del fracaso institucional argentino
Las visitas a Cristina Kirchner no son meros encuentros académicos.
Son la confirmación de que la Argentina sigue tolerando que una figura condenada por hechos gravísimos, con tobillera electrónica y custodia judicial, opere políticamente con total libertad.
Y que, pese a las restricciones ordenadas, la expresidenta continúa mostrando que el problema no es la Justicia que la persigue, sino la Justicia que no se anima a ponerle límites.

