Mientras UCR Activa eligió como blanco de sus críticas al intendente de Concordia, Francisco Azcué, lo cierto es que la agrupación radical parece evitar una necesaria autocrítica sobre el rol que el histórico partido ha tenido —o, más bien, no ha tenido— en las últimas décadas.
El comunicado que denuncia el vínculo de CONIN con el Opus Dei y cuestiona la decisión de derivar asistencia social a fundaciones privadas luce, en el fondo, más como un ajuste de cuentas interno que como una preocupación genuina por la realidad de Concordia. Resulta curioso que un partido que hace casi 40 años alcanzó su último gran logro político con Raúl Alfonsín y la recuperación democrática, hoy intente exhibirse como defensor del Estado de bienestar cuando ha sido incapaz de renovar sus cuadros y aportar soluciones concretas en la vida cotidiana de los argentinos.
En lugar de respaldar a Azcué —un intendente joven que busca, en medio de la crisis, articular herramientas de gestión junto al gobernador Rogelio Frigerio—, los radicales se dedican a fustigarlo con comunicados que suenan más a nostalgia y resistencia corporativa que a propuestas de futuro. Esa misma falta de acompañamiento evidencia un partido anclado en el pasado, conducido por “gerontes figuras” que confunden la reivindicación de la vieja causa radical con la crítica sistemática a quienes intentan abrir nuevos caminos.


La verdadera molestia no parece ser la elección de CONIN o la Fundación Kolbe, sino el hecho de que Azcué y Frigerio —con una mirada pragmática— decidieron sumar su gestión a la construcción de una alianza con La Libertad Avanza. Una alianza que, guste o no, es hoy la que marca agenda y concentra la expectativa de cambio de buena parte de la ciudadanía.

La UCR, en cambio, se consume en reproches internos y denuncias grandilocuentes que ya no conmueven a nadie. Lejos de defender derechos, estas expresiones solo terminan exponiendo la decadencia de un partido que, en su incapacidad de aggiornarse, corre el riesgo de ver cómo cada día más de sus votantes y militantes migran hacia el espacio libertario.
El radicalismo debería comprender que el descrédito no proviene de Azcué ni de Frigerio, sino de su propio inmovilismo. Mientras tanto, la mayoría social empieza a recostarse en una visión distinta: la que promete futuro y ruptura con las viejas lógicas de poder.
Por Alejandro Monzon para https://www.analisislitoral.com.ar/