El nuevo aeropuerto de Concordia es un símbolo perfecto del relato desarrollista vacío que tantas veces vimos en la política argentina: promesas infladas, fotos de funcionarios, discursos grandilocuentes… y cero sentido común. Desde estas paginas venimos insistiendo sobre este proyecto , que al parecer las autoridades municipales de Concordia hacen oidos sordos y estan encaprichados en revertir el sentido comun.
La verdad es una sola: el aeropuerto Pierrestegui, tal como está planteado, es un fracaso anunciado. Por más entusiasmo que le pongan los intendentes de Concordia, Federación o Colón, ningún turista va a volar desde Buenos Aires —a cuatro horas en auto— o desde Rosario —a la misma distancia— para visitar una zona que, si bien tiene encanto, no ofrece ni la masividad ni la necesidad que justifique una línea aérea regular.
¿Quién va a usar este aeropuerto? ¿Quién va a llenar esos vuelos? ¿Alguien hizo un estudio de mercado real o solo se guiaron por la ilusión de aparecer en una feria turística?
El turismo que recibe la región de Salto Grande no alcanza para sostener una heladería abierta todo el año, mucho menos una terminal aérea con personal, seguridad, mantenimiento, bomberos y vuelos que, si llegan a operar, serán a pérdida desde el primer día. Y ya sabemos cómo termina eso: con subsidios estatales, déficit y abandono.

Lo más grave es que el crédito del BID se otorgó para desarrollar un aeropuerto de cargas, no un capricho turístico. Se pensó para facilitar exportaciones, mejorar la logística de la producción local y conectar al Litoral con el mundo. Pero los gestores del proyecto lo convirtieron en una obra para “recibir turistas”, una idea tan desconectada de la realidad como costosa para el país.
La región tiene potencial exportador. Cítricos, miel, vinos, arándanos, madera, arroz, productos agroindustriales… todo eso necesita una terminal de carga eficiente, no una pista de aterrizaje para selfies institucionales.
El aeropuerto debería ser una herramienta para producir, no un decorado turístico para justificar más discursos vacíos. Hay que reformular el proyecto urgente. Recuperar el rumbo. Convertir Pierrestegui en un verdadero hub de carga regional, como corresponde. Si no, será una nueva postal del despilfarro nacional: otra pista vacía, otra terminal sin vuelos, otro monumento al fracaso planificado.