Por Análisis Litoral
Los viejos reflejos del periodismo rentado durante los últimos años a aparecer cada vez que se intenta debatir con libertad. No es casual que algunos nombres del periodismo “independiente” se muestren tan ofuscados frente al cambio político y económico del país. Hay nostalgias que delatan, y sobres que pesan más que la verdad.
En la Argentina, hay épocas que no terminan aunque cambien los gobiernos. Una de ellas es la de los periodistas “ensobrado”, aquellos que durante años encontraron en el poder político una fuente constante de ingresos paralelos, disfrazados de “publicidad oficial”, “asesorías” o “colaboraciones especiales”. Esa práctica —que tuvo su auge durante los años del kirchnerismo y se extendió con variantes en la gestión de Sergio Massa— dejó huellas profundas en el ecosistema mediático. Muchos comunicadores, aún hoy, reaccionan con furia cuando alguien intenta modificar el statu quo que les permitió vivir del Estado mientras proclamaban independencia.

No es un secreto que durante la gestión de Sergio Massa —tanto en su paso por el Ministerio de Economía como antes, en su rol de jefe de Gabinete y líder del Frente Renovador— circularon versiones sobre pagos millonarios a periodistas y medios afines. Los llamados “sobres” —una práctica vieja como la política misma— no siempre son fáciles de probar, pero los indicios sobran: contratos sospechosos en organismos del Estado vinculados a “asesorías en comunicación”; pautas publicitarias dirigidas con criterio partidario; periodistas que mutaban su discurso con cada cambio de pauta o ministerio.
No es un secreto que durante la gestión de Sergio M (tanto en su paso por el Ministerio de Economía como antes, en su rol de jefe de Gabinete y líder del Frente Renovador), circularon versiones sobre pagos millonarios a periodistas y medios afines. Los llamados “sobres” —una práctica vieja como la política misma— no siempre son fáciles de probar, pero los indicios sobran: contratos sospechosos en organismos del Estado vinculados a “asesorías en comunicación”; pautas publicitarias dirigidas con criterio partidario; periodistas que mutaban su discurso con cada cambio de pauta o ministerio. No es casual que muchos de esos nombres hoy sean los que más se escandalizan ante cada avance del gobierno libertario o cada denuncia de corrupción del pasado. En su inconsciente, como bien dice el dicho, “quien recibe, no olvida”.
En este mismo clima de silencios y omisiones, llama la atención el mutismo de buena parte de la prensa ante los vínculos internacionales de figuras del kirchnerismo. ¿Renunciará Jorge Taiana a su candidatura por su estrecha relación con el régimen de Nicolás Maduro? ¿No merecen los argentinos una explicación sobre esos lazos con una dictadura señalada por violaciones a los derechos humanos y vínculos con el narcotráfico? Tampoco se habla demasiado de las denuncias mediáticas sobre los supuestos contactos de Sergio Massa con sectores ligados al narcotráfico en Tigre, una controversia que el periodismo ensobrado y sostenido por la corporación corrupta de la argentina ha preferido barrer bajo la alfombra.
No es casual que muchos de esos mismos nombres hoy sean los que más se escandalizan ante cada avance del gobierno libertario o cada denuncia de corrupción del pasado. En su inconsciente, como bien dice el dicho, “quien recibe, no olvida”.
Basta observar las reacciones ante casos como el de José Luis Espert o las tensiones internas de La Libertad Avanza para notar cómo ciertos medios y comunicadores se desesperan por encontrar grietas o fabricar escándalos. No es periodismo crítico, es venganza por abstinencia: la abstinencia de sobres. En ese mundo de cinismo, los mismos que se proclamaban defensores de la república mientras cobraban del erario público, hoy se presentan como “víctimas del ajuste”. Pero la realidad es más simple: se les terminó el negocio.
Esa Argentina del sobre, del favor y del silencio cómplice fue la que destruyó las oportunidades de miles de jóvenes que hoy viven en el exterior. Los que ya tenemos algunos años lo vemos con tristeza: nuestros hijos emigraron porque comprendieron que este país estaba hecho para los que sabían acomodarse, no para los que trabajaban. Mientras los sobres se repartían entre periodistas, asesores y funcionarios, el país se vaciaba de esperanza. Hoy, quienes intentan romper con ese círculo vicioso se enfrentan a la resistencia de una prensa que se acostumbró a vivir del presupuesto público.
La pregunta es si esta vez Argentina será capaz de cambiar ese ADN corrupto, o si volveremos al mismo pantano de siempre. El periodismo, si quiere recuperar algo de su dignidad, debería empezar por reconocer su parte en la degradación del sistema. Porque mientras los sobres sigan circulando —aunque ahora sean digitales o disfrazados de “consultorías”—, la libertad de prensa seguirá siendo rehén de la billetera del poder.
No es casual que los que cobraban de esa corporación . hoy se indignen con @JMilei y @LaLibertadAvanza: se les acabó el negocio.
La libertad no se compra con sobres.
🇦🇷 Periodismo o propaganda: hay que elegir.
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