
Hay noticias que valen más por lo que dicen entre líneas que por el dato puntual que anuncian. El primer contenedor de jugo concentrado enviado desde Mocoretá al exigente mercado japonés es una de ellas. No solo confirma que el Litoral puede competir en destinos de alta exigencia sanitaria y comercial, sino que vuelve a poner sobre la mesa una discusión que desde Análisis Litoral venimos pregonando hace años: diversificar mercados, agregar valor en origen y pensar la logística con visión estratégica.
Este miércoles, un contenedor con 90 tambores de jugos concentrados partió desde Buenos Aires rumbo al puerto de Osaka, Japón. El embarque marca un hito para la Cooperativa de Transformación, Industrialización y Comercialización Citrícola Mocoretá Limitada (TICCIM), que logra así su primer acceso a uno de los mercados más rigurosos del mundo en materia de calidad, trazabilidad y estándares sanitarios.
Japón: un destino que no admite improvisaciones
Ingresar a Japón no es casualidad ni golpe de suerte. Es el resultado de años de inversión en procesos, controles y certificaciones, de una cultura productiva que entiende que competir hoy no es solo producir, sino producir bien, de forma consistente y con valor agregado. Para una economía regional como la citrícola, el paso es doblemente relevante: valida el producto y abre puertas a contratos de largo plazo, con precios que reconocen la calidad.
El jugo concentrado cítrico argentino tiene una oportunidad concreta en Asia por su perfil organoléptico, estacionalidad complementaria y capacidad de industrialización. Que una cooperativa del interior profundo lo haya logrado es una señal potente para todo el entramado productivo del Litoral.
El valor del asociativismo productivo
El caso TICCIM no es menor: demuestra que el cooperativismo bien gestionado puede escalar, industrializar y exportar sin depender exclusivamente de grandes multinacionales. La transformación en origen genera empleo local, estabiliza ingresos y reduce la vulnerabilidad frente a los vaivenes de los precios de fruta fresca.
Mocoretá marca un camino posible: organización, inversión, apertura comercial y lectura inteligente del mundo. Un camino que debería replicarse —con las adaptaciones necesarias— en otras economías regionales de Corrientes y Entre Ríos.
La deuda pendiente: logística y visión regional
Ahora bien, el logro también deja al desnudo una oportunidad perdida. Este contenedor salió desde Buenos Aires. Bien podría haber salido desde Concordia, si la región hubiera contado con un aeropuerto internacional de cargas o una infraestructura logística acorde al potencial productivo.
La industria citrícola está a escasos kilómetros. Existen vuelos de recolección de carga que conectan distintos puntos del mundo y que podrían haber convertido a Concordia en un hub regional, reduciendo costos, tiempos y aumentando competitividad. No ocurrió. Faltó visión política, planificación de largo plazo y comprensión de cómo se mueve hoy el comercio internacional.
No es solo una cuestión de pistas y depósitos: es entender que sin logística no hay exportación sostenida, y que cada día que pasa sin resolverlo es una ventaja que se pierde frente a otras regiones.
Contagiar iniciativas, abrir mercados
Lo de Mocoretá merece un aplauso porque rompe la inercia. Porque demuestra que se puede salir del círculo chico y pensar en grande. Y porque confirma algo elemental: el futuro de las economías regionales está en encontrar nuevos mercados, no en depender de uno solo ni en esperar soluciones mágicas desde la política.
Desde Análisis Litoral insistimos: más valor agregado, más mundo y más coordinación regional. Si esta experiencia logra contagiar a otras cooperativas, industrias y productores, el impacto será mucho mayor que un contenedor. Será el inicio de un cambio de mentalidad que la región necesita con urgencia.
Porque cuando el interior produce, industrializa y exporta, no hay relato que lo opaque. Hay trabajo, hay dólares genuinos y hay desarrollo real.
