
Mientras en Chajarí los empleados municipales ya cobraron en tiempo y forma bajo la gestión del intendente Marcelo Borghesan, en Federación la situación es crítica: no hay fondos para pagar el aguinaldo ni los aportes jubilatorios. La administración encabezada por Ricardo Bravo —sostenida en la ingeniería política de Espil— llegó al extremo de pedir autorización para utilizar 380 millones de pesos de las Regalías de Salto Grande para cubrir sueldos. Recursos destinados por ley al desarrollo y a la infraestructura local hoy se usan para tapar un pozo financiero que ya no admite más excusas.
La contradicción es tan obscena como repetida: no hay 380 millones para pagarle a los trabajadores, pero sí hubo —y habrá— más de 500 millones para la Fiesta del Lago, evento donde aparecen contrataciones, servicios y proveedores vinculados al círculo del poder. Para quienes sostienen el municipio, no alcanza. Para la fiesta, el dinero siempre aparece.
La comparación con Chajarí derrumba el relato: no es una crisis regional ni producto de la economía del país. Es una crisis de gestión, prioridades y capacidad. Chajarí ordena, paga y crece. Federación improvisa, despilfarra y retrocede.
El problema central es más profundo que una mala decisión financiera: Federación está gobernada al parecer, por personas sin preparación ni visión de futuro para conducir un municipio cabecera de departamento, que supo ser modelo termal del país. Esto podría haberse compensado con equipos técnicos capacitados, pero ni siquiera eso existe. Sin planificación, sin rumbo, sin profesionalismo.

La evidencia se acumula y los vecinos se preguntan : ¿Dónde está el dinero del Río Lento, de la maqueta de la Terminal, del Torbellino, de la calle Alem, de las reformas en Bahía Casino, de los baños de Chaviyú, de las viviendas? Habrían saqueado todo. Y quizás sin posibilidades de justificar.
Hablar de la crisis actual sin comprender el pasado sería incompleto. Federación fue durante años líder provincial en consumo de cemento, primera en crecimiento en metros cuadrados y destino termal con índices de ocupación hotelera envidiables. Quienes conocemos el proceso desde sus orígenes —desde la construcción de las primeras viviendas hasta la perforación del pozo termal— sabemos que la ciudad tuvo un desarrollo exponencial. Y se advirtió, a tiempo, que ese éxito debía sostenerse con estrategias inteligentes. No escucharon. No entendieron. No supieron.
Mientras Federación se desangra, sus ciudades vecinas aceleran. Chajarí, con un PBI superior al de varias ciudades de la costa del Uruguay y una economía en expansión que no conoce pausa. Villa del Rosario, que crece sin freno y que pronto formará un corredor urbano-productivo con Chajarí. Santa Ana, la próxima gran joya turística de Entre Ríos: desarrollo privado, inversiones fuertes y un hotel 5 estrellas en construcción. El departamento avanza. Solo Federación retrocede. La cabecera ya no puede sostener a su propio territorio. El liderazgo regional cambió de manos y aún no parecen haberse enterado.
Usar regalías para pagar aguinaldos no es una solución: es la confesión de que no pueden más. En Federación no falta plata. Faltan gobernantes que no la vampiricen. Los trabajadores no merecen ser rehenes del fracaso de una gestión que perdió el rumbo —y la vergüenza— hace rato.
Pero no todo está perdido: se aproxima un cambio de mando que no esta lejos. Y esta vez será urgente y necesario poner la lupa sobre cada candidato y su capacidad para gobernar con inteligencia, recuperar el prestigio turístico y devolverle a Federación el lugar que se ganó… antes de que otros lo ocuparan definitivamente.
Análisis Litoral , con información de medios locales
