El fenómeno, que nació en Medio Oriente y se viralizó en Europa, llegó al país con fuerza; marcas locales de helados, alfajores, chocolates y churros, entre otras, se subieron al gusto del momento
Muchas personas no saben exactamente de dónde viene ni qué contiene. Pero es justamente la mezcla entre ese misterio, junto con su popularidad en las redes sociales y la dificultad para conseguirlo, la que hizo del chocolate Dubái un posible caso de estudio para el marketing moderno.
En tres años, el chocolate Dubái pasó de ser un antojo de embarazo en los Emiratos Árabes a una nueva categoría de producto. Su presentación original era la de tableta que combinaba baño de chocolate con leche, pistachos, tahini -pasta cremosa hecha de semillas de sésamo tostadas y molidas- y trozos crujientes de masa kataifi -la misma que se usa en postres tradicionales de Medio Oriente, como el knafeh-. Elaborado por Fix Dessert Chocolatier, emprendimiento en manos de Yezen Alani y su esposa Sarah Hamouda, alcanzó tal popularidad en redes sociales que el stock se agotaba en minutos.
El chocolate Dubái se ha convertido en una categoría de producto popular en los Emiratos Árabes, inicialmente presentado como una tableta que combina chocolate con leche, pistachos, tahini y masa kataifi. Creado por Fix Dessert Chocolatier, de Yezen Alani y Sarah Hamouda, su popularidad en redes sociales ha llevado a que el stock se agote rápidamente.

El fenómeno explotó en Europa cuando las imitaciones llegaron a grandes cadenas de supermercados. El retailer alemán Lidl lanzó incluso su propia versión, elaborada por J.D. Gross, su marca de chocolates premium, con alta repercusión en las redes sociales: según medios locales, en Reino Unido, algunos puntos de venta limitaron el número de barras que los clientes podían comprar, tras continuos quiebres de stock. En la Argentina, las marcas no tardaron en replicarlo con versiones propias de alfajores, helados y hasta churros.
“Originalidad, viralidad, ‘lujo asiático’ pero accesible, por menos de $3000 en un kiosco en forma de alfajor o un poco más en forma de helado artesanal en Buenos Aires. Junto con el Italian Brainrot -las criaturas hechas a través de inteligencia artificial con idioma y gráfica propias- es uno de los fenómenos culturales globales de 2025 que tienen denominación de origen: trazabilidad y ubicación geográfica que carga de sentido su creación”, consideró Ernesto Martelli, socio de Media.Arq, agencia de marketing basado en contenidos.
La búsqueda de la imitación perfecta
La heladería Lucciano’s fue una de las primeras en capitalizar el fenómeno. “Lanzamos la variedad tres meses atrás y hoy ya está en todas las sucursales. La aceptación fue increíble, a tal punto que tuvimos que limitar la venta a medio kilo por persona: es la primera vez en la historia en que no damos abasto a reponer un sabor; quebramos stock en varias oportunidades y vamos comunicando en redes sociales cuando reponemos. Nunca tuvimos una demanda así”, señaló Christian Otero, cofundador de la firma. En la primera semana, la firma envió más de 60.000 kg de helado a los más de 70 locales de todo el país, superando ampliamente los niveles de lanzamientos anteriores.