En política, como en la vida cotidiana, el corazón suele chocar contra la realidad del bolsillo. Y en Argentina, el “corazoncito” peronista se convirtió en la excusa sentimental que justifica cuarenta años de despilfarro, clientelismo y endeudamiento social. Hoy, ese pasado vuelve a golpear la puerta disfrazado de “opción popular”, justo cuando todavía estamos pagando el resumen de la tarjeta más cara de la historia.
La tarjeta del despilfarro
No es metáfora: cada argentino carga sobre su espalda una tarjeta que dice “40 años de deuda”. Esa tarjeta está sellada con tres marcas inevitables: impuestos, inflación y déficit. Y como cualquier tarjeta usada sin control, alguien tiene que hacerse cargo de la cuenta.
Según el INDEC, la pobreza en la Argentina escaló al 54% en 2023, el nivel más alto desde 2001. La inflación acumulada entre 2003 y 2023 superó el 70.000%, pulverizando salarios, ahorros y cualquier intento de planificación. Y la presión tributaria llegó a niveles récord, con más de 160 impuestos entre nacionales, provinciales y municipales, aunque solo 10 de ellos representan el 90% de la recaudación.
¿El resultado? Una clase media ahogada, un sector productivo castigado y una economía en la que sobrevivir se volvió más difícil que progresar.
El dilema del votante
Claro, el peronismo apela al corazoncito. A la nostalgia de un país que ya no existe. Pero votar con el corazón no paga la cuota del auto, ni el alquiler atrasado, ni el televisor en 12 cuotas que hoy se volvió un lujo impagable. Votar con el corazón significa resignarse a que la próxima suba de impuestos, el próximo congelamiento artificial o la próxima emisión sin respaldo nos termine saliendo mucho más caro que aquel “esfuerzo solidario” que prometen los discursos.
El bolsillo, en cambio, exige racionalidad: ordenar las cuentas, ajustar lo que se gasta a lo que ingresa, dejar de vivir de fiado. Lo que cualquier familia hace en su casa, pero que durante décadas la política se negó a aplicar.
La tentación de volver atrás
La oposición promete soluciones mágicas: más subsidios, más gasto, más “Estado presente”. Lo mismo de siempre. Lo mismo que ya conocemos. Lo mismo que, cada vez que se aplicó, terminó en crisis, default y pobreza.
Porque no se trata de izquierda o derecha, de progresismo o liberalismo. Se trata de números:
- Más de 20 planes económicos en 40 años.
- 6 corridas cambiarias en dos décadas.
- Un promedio de una crisis severa cada diez años.
El problema no es de ideología. El problema es que el país vivió en campaña permanente, con políticos que gastaron lo que no había, confiando en que la factura siempre le llegaría al próximo gobierno… o al contribuyente.
Reflexión final
La elección que se avecina no es entre partidos, sino entre modelos de convivencia. ¿Seguimos pagando el resumen infinito de la tarjeta del despilfarro o nos animamos a empezar de nuevo, aunque duela?
El corazoncito puede latir fuerte, pero el bolsillo está exhausto. Y esta vez, quizás, sea la última oportunidad de elegir con la razón y no con la memoria sentimental de un país que ya no se puede permitir seguir en cuotas.
Por AM para : https://www.analisislitoral.com.ar/