
En la Argentina hay un rasgo silencioso pero innegable: la innovación está en nuestro ADN. A pesar de las crisis, de las limitaciones presupuestarias y de los eternos tropiezos institucionales, cada tanto aparece un grupo de jóvenes que, sin grandes recursos, logra lo que en otros países demandaría laboratorios millonarios. Son esos casos que iluminan un camino posible y que deberían, más que sorprendernos, empujarnos a reformular cómo estamos educando a nuestros futuros profesionales.
El ejemplo reciente que expuso Mario Pergolini en su programa Otro día perdido (Cirugías con IA y realidad aumentada: bioingenieros fascinaron a Pergolini y Juanes con su proyecto) resume perfectamente esta potencia subestimada. Dos jóvenes ingenieros —apenas 24 y 25 años— presentaron una tesis que podría revolucionar la neurocirugía en la Argentina y en el mundo. Con una combinación de inteligencia artificial, software propio y cascos de realidad aumentada, diseñaron un sistema capaz de superponer imágenes médicas sobre el paciente y permitir al cirujano ver estructuras internas antes de abrir el cráneo. Una especie de “visión de rayos X” del futuro.
Su objetivo no era hacer un proyecto bonito para aprobar una materia. Buscaron un problema real en hospitales públicos y privados, hablaron con neurocirujanos, consultaron a expertos y se pusieron a construir. El resultado fue una herramienta que permite planificar intervenciones, trazar rutas quirúrgicas seguras y hasta simular la cirugía antes de entrar al quirófano.
Nada de hardware inalcanzable. Nada de fondos extraordinarios. Solo talento, creatividad y decisión. Y, por supuesto, un método de trabajo que debería replicarse masivamente: detectar un problema real, unir saberes multidisciplinarios y pensar soluciones aplicables.
Un llamado urgente: incorporar “Marketing Profesional y Personal” como materia obligatoria
Si Argentina quiere competir con los países más avanzados, no alcanza con formar buenos técnicos, ingenieros, médicos o programadores. Hay que enseñarles a mostrarse, a vender sus ideas, a construir equipos, a presentar proyectos, a levantar inversión, a comunicar valor.
Hoy el mundo profesional exige algo más que conocimiento técnico: exige presencia, estrategia, capacidad de comunicar una solución y transformarla en un emprendimiento real. Por eso, en todas las universidades —públicas y privadas— debería existir una materia transversal y obligatoria: Marketing Profesional o Branding Personal.
Una materia que enseñe:
- Cómo presentar proyectos ante inversores.
- Cómo construir una identidad profesional diferenciada.
- Cómo comunicar ideas complejas con claridad.
- Cómo trabajar en equipo y generar redes de colaboración.
- Cómo pensar soluciones que respondan a necesidades del mundo real.
Sin calidad profesional en la comunicación, la innovación no llega a ningún lado.
Gabinetes de innovación en todas las universidades
La segunda pata es igual de urgente: cada carrera debería contar con un gabinete de innovación institucional, equipado para detectar, acompañar y potenciar proyectos como el de estos jóvenes ingenieros. Espacios donde estudiantes de distintas disciplinas trabajen juntos, con mentores, premios, concursos internos y articulación con el sector productivo.
Si hoy dos estudiantes argentinos pueden desarrollar una herramienta quirúrgica de nivel internacional solo con software y voluntad, imaginemos lo que ocurriría si universidades y tecnicaturas financiaran, estimularan y premiaran esa cultura.
Con gabinetes que acompañen, prototipen y vinculen; con materias que enseñen a “vender” la idea; con docentes que fomenten proyectos reales; con vínculos con hospitales, pymes, municipios y ONGs… Argentina podría posicionarse rápidamente a nivel mundial en innovación aplicada.
Contagiar la actitud: inspirar a nuestros adolescentes
Estas historias no deben quedar en una anécdota televisiva. Deben llegar a las escuelas secundarias, convertirse en ejemplos vivos de lo que puede lograr un joven argentino con decisión y herramientas.
Nuestros adolescentes no necesitan únicamente motivación: necesitan ver que alguien parecido a ellos, de su edad, en su contexto, ya está cambiando el mundo.
Y la mejor política educativa, en este momento histórico, es inspirar vocaciones tecnológicas, científicas y creativas con casos reales de éxito local. La innovación no es un lujo. Es la clave para que la Argentina vuelva a crecer.
Un país que se anima a mirar hacia adelante
El proyecto de estos jóvenes ingenieros —nacido como una simple tesis y ya en camino de convertirse en startup— es una señal clara: tenemos el talento, nos falta el sistema.
Nos falta una política educativa orientada a la creatividad, al emprendedurismo, a la comunicación profesional, a la innovación interdisciplinaria.
Nos falta conectar las aulas con el mundo real.
Nos falta premiar a quienes solucionan problemas en lugar de castigar a quienes intentan.
Si logramos eso, si logramos que cada adolescente crea que puede ser protagonista de una solución tecnológica, si logramos que cada universidad los prepare para comunicar sus proyectos al mundo… entonces sí podremos estar a la altura de los países más avanzados.
El talento ya está.
Solo necesitamos multiplicarlo.
Alejandro Monzon para Análisis Litoral
