La “Capital del Citrus” tiene termas, represa, río y patrimonio histórico, pero aún no logra consolidarse como destino turístico competitivo. Entre la falta de planificación, la ausencia de un modelo sostenido y la discusión sobre el papel del EMCONTUR, la ciudad sigue siendo más un lugar de paso que un verdadero destino.
El turismo no es solo viajar: es un acto de consumo. Implica transporte, alojamiento, gastronomía, actividades recreativas y culturales. Pero, antes de eso, se apoya en dos pilares: la imaginación, aquello que el viajero sueña o visualiza antes de partir, y el atractivo, el espacio o destino que alimenta ese deseo inicial. Sin una buena narrativa ni una oferta clara, los atractivos quedan invisibles. Y allí es donde Concordia muestra sus carencias: no ha sabido traducir sus recursos en una historia vendible, en un producto que despierte el deseo de ser comprado.
Concordia fue conocida durante décadas como la Capital del Citrus. Sin embargo, nunca logró transformar esa identidad productiva en una ruta turística como sí lo hizo Mendoza con el vino o Córdoba con sus sierras. La idea de un “Camino del Citrus” con visitas guiadas a quintas, gastronomía temática, ferias y festivales hubiese permitido diversificar la oferta y armar un portfolio de experiencias. Esto, sumado al turismo de convenciones, hubiera extendido la estadía de los visitantes, generando un círculo virtuoso en hoteles, restaurantes y comercios. Hoy, en cambio, Concordia depende de picos de temporada como Carnaval, Semana Santa o algunos feriados largos, sin lograr un flujo constante de visitantes.

En este escenario aparece el EMCONTUR, el Ente Mixto Concordiense de Turismo. Creado para articular esfuerzos públicos y privados, con el paso de los años se transformó más en una mesa burocrática que en un motor real del sector. Su composición —funcionarios municipales, concejales y representantes de distintas instituciones en cargos honoríficos— nunca se tradujo en una estrategia sostenida ni en resultados palpables. Si el ente se midiera como una empresa, con balances y metas anuales, estaríamos frente a un verdadero fracaso: los índices de ocupación hotelera muestran que la ciudad llena camas solo en eventos puntuales y permanece con baja actividad durante gran parte del año.
La crítica recurrente al EMCONTUR es su falta de profesionalismo operativo. Sus reuniones muchas veces terminan en diagnósticos repetidos, declaraciones de intención y escasa ejecución. Carece de presupuesto autónomo, de un equipo técnico dedicado y de un plan de marketing turístico con objetivos concretos. En lugar de posicionar a Concordia como destino regional, el ente parece reducido a una oficina de trámites más dentro de la municipalidad.
El debate actual es si Concordia debe sostener este modelo de gestión o dar un giro hacia una agencia de turismo con verdadera participación privada, con visión empresarial y metas medibles. Un organismo capaz de diseñar productos, cerrar acuerdos con operadores y atraer eventos de forma profesional. Al municipio le quedaría el rol estratégico: invertir en la infraestructura de los principales atractivos, coordinar la promoción y garantizar un marco de políticas claras.
El turismo no puede seguir siendo un área lateral de la política local. Es un vector económico clave que, bien gestionado, podría multiplicar la actividad hotelera, gastronómica y comercial de la ciudad. Concordia tiene todo para crecer: una ubicación privilegiada sobre el río Uruguay, una represa única en la región, termas, historia y cultura. Pero sin una visión estratégica y sin una estructura de gestión profesional, seguirá siendo solo una escala más en el mapa de los viajes.
El desafío está planteado: pasar del “tenemos atractivos” al “tenemos producto”, con una gobernanza turística que rinda cuentas y trabaje con objetivos concretos. El día que eso ocurra, la Capital del Citrus dejará de ser un título del pasado y se convertirá en una marca turística con futuro.
lAlejandro Monzon para www.analisislitoral.com.ar