A 23 años de Aserejé, Las Ketchup viven alejadas del estrellato mientras su hit sigue sonando en todo el mundo.
En 2002, tres hermanas andaluzas conquistaron el mundo con un estribillo que nadie entendía pero todos cantaban: “Aserejé, ja de je, de jebe tu de jebere…”. Con ese coro delirante y una coreografía pegajosa, Las Ketchup —Lucía, Lola y Pilar Muñoz— se convirtieron en un fenómeno global. Hoy, 23 años después, viven lejos del estrellato y cargan con una paradoja difícil de digerir: no reciben regalías por el hit que las hizo mundialmente famosas.
Criadas en un entorno artístico influenciado por su padre, el guitarrista flamenco Juanma “El Tomate” Muñoz, comenzaron su carrera como “Las hijas del Tomate”. Lucía trabajaba en un salón de belleza, Lola estudiaba Ciencias del Trabajo y Pilar tomaba clases de actuación. Fue una noche cualquiera, cantando flamenco en un bar de Córdoba, cuando el productor Manuel “Queco” Ruiz Gómez las descubrió y les ofreció grabar una canción. Dos días después, Aserejé ya estaba registrado.
El tema fue un éxito sin precedentes: número uno en más de 20 países, millones de discos vendidos y un lugar eterno en la memoria colectiva. Pero ese éxito tenía letra chica. Aunque las hermanas pusieron la cara, la voz y el cuerpo, los derechos quedaron en manos de Queco, autor y productor de la canción. Como resultado, Las Ketchup no cobran por reproducciones, licencias ni covers. Su caso ejemplifica una realidad frecuente en la industria musical: artistas sin control sobre la propiedad intelectual de los temas que interpretan.

La cuarta hermana, Rocío, formaba parte del grupo original pero abandonó antes del lanzamiento debido a un embarazo. El proyecto fue pensado desde el inicio como un producto comercial, y aunque intentaron sostener la carrera con un segundo disco y una participación en Eurovisión 2006, nunca lograron replicar el fenómeno de Aserejé.
Hoy, mientras la canción sigue sonando en fiestas, TikToks y playlists nostálgicas, las hermanas Muñoz llevan una vida más discreta, alejadas del mainstream. Su historia, sin embargo, volvió a resonar con fuerza en un momento donde los debates por derechos de autor y justicia en la industria están más vigentes que nunca.
Las Ketchup fueron la cara visible de un éxito monumental, pero el negocio quedó en manos ajenas. A 23 años del hit, su historia sirve como advertencia: en el mundo de la música, cantar el hit del verano puede no ser suficiente para asegurar un futuro.