Los mariscales de la derrota —esos mismos que hasta ayer se peleaban por el último carguito con viáticos— hoy se quejan amargamente: no hay plata para organizar una interna “como las de antes”. Claro, internas con boletas kilométricas, colectivos repletos y viandas generosas. Pero lo que no explican, ni por asomo, es dónde se evaporaron los recursos del partido octogenario que supieron desmantelar con precisión quirúrgica.
Causales sobran: desde gestiones presidenciales desastrosas hasta el festival de cargos, contratos y acomodos. Hoy, conscientes de que les espera una paliza electoral de proporciones bíblicas, prefieren refugiarse en la excusa de la “falta de logística”. La misma que, por años, usaron como pantalla para perpetrar el saqueo partidario mientras se olvidaban —con sospechosa persistencia— de la gente.
La misma gente que, cansada de ser espectadora del eterno show de la hipocresía, decidió darles vuelta la cara. Porque sí: el votante crónico, el militante leal y hasta el puntero resignado entendieron, al fin, que fueron usados como peones de una maquinaria diseñada no para transformar, sino para asegurar el futuro de unas cuantas generaciones de “dirigentes” devenidos en empresarios de la política. O, para ser más precisos, en delincuentes de saco y corbata.
Pero como dice el refrán, “el que avisa no traiciona”. Esta vez, la propia Junta Electoral del Partido Justicialista de Entre Ríos dio el parte médico: “serias dificultades” para garantizar una elección interna “transparente, democrática y en paz”. Traducción: ni plata, ni estructura, ni garantías mínimas. Lo que sí sobra, como siempre, son las internas reales: las de pasillo, con operación cruzada y traiciones a granel.
Según la resolución difundida el viernes por la noche, todo esto se debe, en parte, a la acordada 37/2025 de la Cámara Nacional Electoral, que exhorta a los partidos a adaptarse al nuevo escenario sin PASO. Una invitación, claro, que los justicialistas recibieron con el mismo entusiasmo con el que un gato recibe un balde de agua fría.
“Sin logística institucional ni estructura, se generan serias dificultades para garantizar condiciones adecuadas de participación democrática”, dice el documento. Una forma elegante de admitir que ya no hay ni urnas ni escuelas ni gendarmes disponibles… ni ganas, probablemente.
La Junta Electoral —integrada por Luisina Minni (concejal paranaense), Pablo Pagnone (abogado), Héctor Bergara y Virginia Camarero (referentes del infaltable José Cáceres), y Maximiliano Navarro (del UPCN, otro clásico de siempre)— se limitó a poner en papel lo que todos sabían: no hay condiciones para una elección que no sea una parodia de democracia.
En el artículo 1°, la resolución sentencia: “hacer saber al Consejo Provincial del PJ y al Congreso Provincial, la dificultad financiera, logística y operativa para llevar adelante el acto electoral”. Una forma sobria de anunciar que, si no aparece un milagro (o un sponsor generoso), no habrá internas. Al menos, no con voto.
Mientras tanto, los mariscales siguen desfilando en busca de culpables, sin atreverse a mirar el espejo. Total, la culpa siempre es de otro. Y la memoria, en el peronismo entrerriano, parece ser un bien escaso… aunque muy bien administrado.