Un asado de mariscales derrotados bajo la sombra de Milei: carne asada, silencios fríos y candidatos que no calientan ni una brasa
En horas del mediodía de este jueves, se celebró lo que algunos llamaron un “banquete de carnes asadas” y otros, con más precisión, un velorio político con chimichurri. Allí se reunieron los principales dirigentes del peronismo entrerriano –o lo que queda de él– con epicentro en Paraná, Concordia y Gualeguaychú. Rosario Romero, José Carlos Halle, Gustavo Bordet, Enrique Cresto, Adán Bahl, Juan José Bahillo, Guillermo Michel, Adrián Fuertes… todos protagonistas de una película que ya vimos, con un guion repetido de promesas incumplidas, internas feroces, y causas judiciales que duermen como la militancia.
Fue un desfile de caras largas, algunos con hambre de poder, otros simplemente con hambre. Con la excusa del asado, los históricos del PJ intentaron mostrar una imagen de unidad… pero lo que se vio fue una postal de melancolía partidaria. La carne estaba tibia, como las ideas, y el entusiasmo electoral ausente, como la autocrítica.
El menú tuvo su cuota de cinismo: Bahl, propuesto para senador, y Michel para diputado. Nadie objetó, quizás porque nadie cree que eso pueda mover el amperímetro. Como si de una repetición patética se tratara, los mismos nombres de siempre se ofrecen como salvación, aunque muchos recuerdan que fueron parte del problema.
Desde Concordia, Cresto y Bordet llegaron con la digestión pesada. El exgobernador, símbolo de una gestión que nunca terminó de despegar, no abrió la boca ni para brindar. Su silencio fue ensordecedor: ni una palabra, ni una crítica, ni una señal. ¿Cansancio? ¿Desencanto? ¿O simplemente la certeza de que este tren ya no lleva a ningún lado?
Guillermo Michel, con su currículum de tecnócrata massista, sigue esperando que la militancia lo reconozca, mientras recorre la provincia con más intención de ser visto que de convencer. Bahillo, que ni postre trajo, puso cara de “yo no fui” mientras se hablaba del armado.
Adrián Fuertes, siempre presente como esos personajes secundarios que nunca mueren en las series largas, reapareció pese a que su nombre fue usado recientemente como piñata en Concordia. Igual se sentó a la mesa, porque en el PJ nunca se sabe cuándo te puede tocar otra vez el bombo.

Y mientras los choripanes se apagaban, se reafirmó lo que ya se sabía: Bahl y Michel a la cabeza. Una fórmula que no emociona ni al asador. Todo esto bajo el murmullo creciente de una posible alianza entre Frigerio y Milei, que amenaza con barrer lo poco que queda del viejo aparato. Y es que ni siquiera la sombra de Milei necesita asumir para condicionar los pasos del peronismo entrerriano.
La estrategia trazada fue tan previsible como desesperada: asegurar lugares pensando en el 2027, porque del 2025 ya se da por perdida. Todo se arma en base a un eventual corrimiento de lista, como si el votante fuera a participar en esta tragicomedia de compensaciones internas. ¿Y el pueblo peronista? Bien, gracias. Mirando desde afuera cómo se reparten los restos de un poder que supieron perder.
Una perlita más: el hombre de La Cámpora, Tomás Ledesma, podría ocupar el tercer lugar. Pero si eso no funciona, aparece la siempre fiel Stefi Cora, con el respaldo de la rosca rosada.
Así terminó este cónclave de nombres gastados y proyectos reciclados, donde lo único nuevo fue la certeza de que ni las brasas ni las candidaturas alcanzan para encender una esperanza. El PJ entrerriano dio otra muestra de que está más preocupado por repartirse lo poco que queda que por reconstruirse.
Y mientras el humo del asado se disipaba en el aire, el gran ausente fue la palabra de Bordet. O mejor dicho: su silencio. Ese silencio que habla más que mil discursos, y que tal vez signifique que hasta él ya no cree en este menú recalentado.