Glicación: la reacción química que envejece la piel y cómo evitarla

Glicación: la reacción química que envejece la piel y cómo evitarla
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Se da espontáneamente cuando la glucosa que circula en la sangre interactúa con las proteínas de la piel; lo que a primera vista podría reducirse a una cuestión estética -evitar el envejecimiento de la piel- es mucho más profundo, ya que pone en riesgo a órganos fundamentales para el buen funcionamiento del cuerpo

Cada vez se escucha más hablar de glicación, como uno de los factores que contribuyen al envejecimiento de la piel, y los grandes laboratorios cosméticos, en los últimos cinco años, comenzaron a prestarle mayor atención. Proceso químico por medio del cual se unen un azúcar, como la glucosa, con una proteína o lípido, que tiene como consecuencia la formación de una molécula que resulta dañina para el organismo.

Dicha molécula es nociva ya que “ese azúcar inactiva la proteína, a la que no le deja cumplir su función y la transforma en un producto malo que lleva a la injuria de la célula”, señala Lilian Demarchi, dermatóloga (M.N. 88365), miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología.

Los AGEs (Advanced Glycation End products) -así se llama a la unión de la glucosa con una proteína o lípido- dañan las proteínas provocando un efecto dominó. “Esta reacción ocurre, sobre todo, en proteínas de vida media prolongada, como el colágeno, la elastina y la mioglobina, entre otras. Por eso se dice que la glicación es una reacción química que envejece”, aclara Demarchi.

Los AGEs, moléculas heterogéneas “formadas por una reacción química no enzimática entre azúcares -como la fructosa y la glucosa-, proteínas y lípidos, dan como resultado un entrecruzamiento. Esta estructura química se va depositando en las células, sobre todo en los fibroblastos -células de sostén-, alrededor de las arterias o de la microcirculación. Eso hace que los tejidos sufran”, detalla Lucas Ponti, dermatólogo especialista en medicina funcional (M.N. 130388).

Todas las células del cuerpo necesitan glucosa como fuente de energía para trabajar. Ésta “se incorpora a través de los alimentos. Para que esa glucosa entre a la célula, necesitamos de la insulina -hormona producida por el páncreas, encargada de regular el metabolismo de la glucosa-. Cuando hay mucha cantidad de glucosa en el cuerpo, la insulina está más alta, tratando de ingresarla en todas las células. Pero cuando eso supera sus posibilidades, se produce glicación, y se junta a otras sustancias. Entonces la insulina queda alta porque sigue censando que hay azúcar en sangre. La resistencia a la insulina es cuando ésta queda en valores muy altos, tratando de incorporar el azúcar. Es una pre diabetes”, expresa Lucas Ponti.

Cuando la presencia de azúcar en sangre es tan elevada, “que ni la insulina puede contener en el interior de la célula, la glucosa se pega a ciertas estructuras que pueden ser proteínas -como el colágeno en la piel- y las inhabilita. Y no sólo les impide su buen funcionamiento, sino que las torna malas o dañinas para las células. Esta unión maligna se deposita en las células, provocando daño del tejido y aumento del envejecimiento”, detalla Demarchi.

Si bien el daño que produce este proceso sobre la piel es visible, su acción no se limita al órgano más extenso del cuerpo. Como los AGEs son estructuras complejas, “los macrófagos de las células -que son las células encargadas de degradar- no los pueden rebajar, entonces empiezan a alterar la función de esas células donde se depositan. Si lo hacen en los fibroblastos, éstos no pueden producir colágeno y elastina y, por lo tanto, aceleran el proceso de envejecimiento. Si estas moléculas se depositan en la circulación cerebral o en el sistema nervioso pueden producir Alzheimer. Depende de dónde se depositan, empiezan a alterar una u otra función”, añade Ponti.

Según un estudio realizado por investigadores del Laboratorio de Evaluación y Desarrollo Cosmético y Salud de la Piel de la Universidad Farmacéutica de China y del Royal Victoria Hospital de Irlanda del Norte, publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, “la sacarificación de la piel, una reacción no enzimática entre las proteínas y los azúcares reductores naturales, es una de las causas fundamentales del envejecimiento endógeno de la piel. Durante la reacción, una serie de productos de glicación producidos en diferentes etapas y vías de reacción se denominan colectivamente productos finales de glicación avanzada (AGEs).

Los AGEs provocan disfunción celular a través de la modificación de moléculas intracelulares y se acumulan en los tejidos con el envejecimiento. También están asociados con una variedad de enfermedades relacionadas con la edad, como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la insuficiencia renal (uremia) y la enfermedad de Alzheimer. Con la edad los AGEs se acumulan en la piel y se amplifican a través de factores exógenos, por ejemplo, la radiación ultravioleta, lo que da como resultado arrugas, pérdida de elasticidad, coloración amarillenta opaca y otros problemas de la piel”.

Como consecuencia de la glicación, “las moléculas se depositan en los fibroblastos y éstos pierden su función primordial de producir colágeno, elastina y ácido hialurónico. Entonces, la piel comienza a verse más opaca, se ve más rígida porque no tiene la hidratación natural, y acelera el proceso de envejecimiento. Una piel más gruesa, de un color más amarillento, pierde sus funciones naturales y puede tener tendencia a la deshidratación”, detalla el dermatólogo.

En su interior, “la glicación del colágeno, una proteína estructural de la piel de bajo recambio, resulta en la formación del colágeno -AGE o colágeno glicosilado- sucede cuando se une el azúcar al colágeno-, causando una desorganización en la dermis, la capa más visible de la piel. Es así que se alteran sus propiedades mecánicas, con pérdida de elasticidad y fuerza tensora al mismo tiempo, que incrementa la rigidez, lo que determina la pérdida de su funcionalidad.

Todos estos cambios de las características del colágeno lo hacen más resistente a la digestión por colagenasas, por lo cual, en vez de degradarse como es natural, se acumula y origina el engrosamiento cutáneo”, describe la dermatóloga. Los cambios clínicos más importantes del envejecimiento intrínseco son mayor sequedad y descamación de la piel, menor laxitud, arrugas, adelgazamiento de la piel, pérdida de luminosidad y una variedad de tumores benignos.

La dieta está íntimamente relacionada con esta reacción química. Los AGEs, “aumentan con hábitos alimenticios altos en carbohidratos, azúcares y multiprocesados, presentes en nuestra cultura occidental. Esto con nuestras abuelas no existía porque no existían los productos multiprocesados que hay ahora, ricos en hidratos y azúcares”, apunta Lilian Demarchi. Se sabe que, si la dieta es rica en hidratos de carbono y azúcares, la formación de AGEs y su acumulación a nivel tisular aumentará, lo que acelerará el envejecimiento de diversos órganos, incluyendo la piel. “Se indica restricción calórica, lo que reduce la producción de AGEs y, con ello, el envejecimiento. Por lo tanto, cambiar los hábitos alimenticios con una dieta pobre en carbohidratos, como los azúcares, harinas refinadas y multiprocesados, disminuiría la producción de la glicación y, por ende, el envejecimiento”, afirma la profesional.

Es también importante “ver la cantidad de ingestas diarias. Si una persona come cada dos horas, va a tener más índice glucémico”, advierte Ponti. El médico recalca la importancia de contar con el antídoto contra la glicación, que es el omega 3, por medio de suplementos. También resulta fundamental la práctica de actividad física. “Existen varios mecanismos a través de los cuales los omega 3 actúan a nivel de la célula. Uno es la incorporación de fosfolípidos en la membrana celular, que hace que esta membrana sea mucho más flexible al pasaje de glucosa e insulina. Por eso mejoran lo que es la resistencia a la insulina.

Tienen un mecanismo antiinflamatorio a través de unas sustancias que se llaman protectinas y resolvinas. El mismo efecto tiene la actividad física. El aumento del músculo como órgano mejora la resistencia a la insulina y hace que las membranas se vuelvan más permeables al pasaje de glucosa e insullina. Además, produce una acción antiinflamatoria”, destaca Lucas Ponti.

Lo que a primera vista podría reducirse a una cuestión estética -evitar el envejecimiento de la piel- es mucho más profundo, ya que el fenómeno de la glicación pone en riesgo a órganos fundamentales para el buen funcionamiento del cuerpo. Es por eso que, una vez más, la prevención es la clave. La práctica de actividad física y la adopción de una alimentación saludable resultan los mejores aliados para no sumar daño a los signos naturales del paso del tiempo.

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