Por Análisis Litoral
Mientras miles de argentinos viven con lo justo, ajustan sus gastos o directamente pierden sus trabajos, hay un sector de la política que sigue en su fiesta privada, desconectado de la realidad, rodeado de lujos simbólicos y materiales. En un país donde la inflación corroe el salario, la pobreza castiga con crudeza y la inseguridad crece, algunos parecen vivir en otro mundo: el de la impunidad, el de las visitas distinguidas, el de los presos VIP.
La ex vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, procesada en múltiples causas judiciales por corrupción, recibió en su casa al ex presidente colombiano Ernesto Samper y a la ex legisladora ecuatoriana Gabriela Rivadeneira. La escena —capturada en una imagen prolija y distendida— muestra una postal de poder y complicidad internacional, amparada en un relato de “Patria Grande” que, en la práctica, se ha traducido más en blindaje político que en integración real.

En el país de la joda, los políticos condenados, procesados o bajo sospecha siguen teniendo tribuna. Algunos manejan micrófonos desde la cárcel; otros organizan encuentros diplomáticos desde la comodidad de sus hogares; y los más osados hasta planifican su regreso. Todo mientras el ciudadano común hace malabares para pagar la luz, alimentar a su familia o conseguir atención médica.

¿Y la justicia? Bien, gracias. Lenta, temerosa o directamente cómplice. Con un sistema penal que otorga beneficios de alojamiento, privilegios carcelarios, salidas recreativas y visitas VIP a aquellos que alguna vez manejaron los hilos del Estado —y los recursos de todos— como si fueran propios.
La fotografía de Cristina Kirchner con Samper y Rivadeneira es mucho más que un encuentro de ex funcionarios. Es una postal obscena para quien madruga todos los días, para quien vive con miedo a perder lo poco que tiene. Es, en definitiva, una cachetada a la honestidad de millones que creen en el esfuerzo, en la ley, en un país mejor.
Y entonces, nos preguntamos:
¿Cuándo va a cambiar esto?
¿Cuándo la política va a dejar de premiar al corrupto y castigar al decente?
¿Cuándo se va a terminar el país de la joda?
Tal vez el primer paso no sea esperar un milagro judicial o una refundación mágica. Tal vez el primer paso sea dejar de aplaudir estas postales. O al menos, dejar de naturalizarlas.
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